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Ideologías prostitutas (parte I): la seductora Anarquía

Richard Dawkins al hablar de como se reproducen los memes utiliza una interesante analogía. Las ideas se reproducen pero con un deficit en la fidelidad, es decir que cuando alguien copia algo lo copia generalmente distinto, es imposible que las ideas se calquen idénticas. Algo similar al viejo juego del “teléfono descompuesto”. Puede que la idea que se copia no tenga todos los elementos de la original, pero si los más representativos, esto es lo que permite que algo se perpetúe en la sociedad.

Las ideologías siguen este proceso y gracias al carácter de lo humano se pervierten de forma inigualable sus presupuestos. Alguien puede gustar mucho de una ideología y amar sus presupuestos básicos y comprometerse con ellos y su consecución estricta. Pero de la misma manera alguien más puede sentir ese gusto sin seguir o siquiera interesarse de los presupuestos ideológicos; se copian únicamente los elementos más superficiales y se reproducen. Luego, de la misma forma, otra persona llega y copia a este sujeto “mal-copiante” (hay que saber copiar) que no adquirió  los elementos ideológicos “originales”.

Algunas ideologías se encuentran hasta en los hot cakes

Se pueden copiar los nombres, las proclamas, los colores, pero las ideas no; las ideas son distintas, a pesar de que sean lo más parecidas posibles a las primeras. Esto es algo que sucede a secas, prefiero dejarlo sin juicios de valor. Pero el hecho de que suceda no implica que sea incuestionable. Las ideologías son prostitutas que se pasean por las oscuras calles de la identidad, en una zona rosa dominada por diferentes instituciones, dispuestas a ser manoseadas por todos a cambio de seguir vigentes en los sistemas de pensamiento del ser político.

Hace un par de días comencé a ver una serie de TV (no sé por qué las sigo llamando series de TV si ya no las veo en una TV, sino en internet, de forma gratuita y sin comerciales que las interrumpan). La serie se llama “Sons of Anarchy”, el título me enamoró pues llevo tiempo leyendo a un anarquista del que hablaré más adelante; y pensar en la anarquía como madre no sonaba mal. Sin dejar spoilers contaré un poco de la serie: son las historias de una banda (más bien mafía) de choppers ultrayanquis con chamarras de cuero que gobiernan un pequeño pueblo estadounidense. Para conseguir su cometido necesitan enfrentarse a la policía y a otro par de bandas, una de nazis violaniñas y otra de mexicanos a los que ellos llaman en toda ocasión “espaldas mojadas”. Dejando de lado la corrección política, cuando vi que los hijos de la anarquía eran los gringos a los que toda la gente obedecía y pedían ayuda me di cuenta de la triste realidad: La Anarquía es de las putas más pedidas.

Este es el póster de Sons of Anarchy. Let freedom ride!… your cock (les faltó agregar)

Podría hacerse berrinche por esto, pero el único crimen de la serie es el de reproducir lo mismo que muchos “anarquistas” y todos en general hacemos a distintos niveles. Es constante comulgar con una ideología sin ser congruente, el humano no es un animal congruente, y más que su defecto puede ser precisamente su virtud. El anarquista es un outlaw, eso es verdad, no se trata del personaje que quiere vivir sin presidente, idea absurda que se ha propagado como el herpes. La anarquía busca la subversión de las reglas incuestionables, en el entendido de que el humano es quien las crea y no la naturaleza. Las convenciones sociales no responden a intereses naturales, sino a un orden impuesto que beneficia a ciertos sectores; mismos que poseen el poder a costa de la sumisión del resto. Reniega de la idea del líder impuesto de forma incuestionable y habituada y no de la simple imagen del presidente o del monarca. Se trata de aspirar a la libertad, sin que la propia coarte la del otro.

Como detesto que se me obligue a seguir unas pautas de  conducta y adoptar unos principios ajenos a mi sentir, hasta el punto que estoy incluso dispuesto a sabotear una sociedad empeñada en doblegar mis actos, pensé que cualquier persona que se intente oprimir no podía sino compartir esos mismos sentimientos, y que, por lo tanto, lo mejor para vivir en paz consistía en no pretender imponer  a nadie unas condiciones de vida contrarias a sus inclinaciones.

Tomás Ibáñez. “¿Por qué he elegido la Anarquía?”. Actualidad del anarquismo. Buenos Aires: Libros de Anarres. 2007. p. 9.

El principal problema aquí es la imagen que todos hemos conocido del outlaw o el sin ley que se ha llenado paradojicamente de leyes. Se trata del sujeto que viste cuero, usa moicanas, no se baña, pinta paredes y tiene sexo sin condón. Un renegado, un forajido walker de texas que se puede jugar venciditas con Chuck Norris. Vaya caricatura… gracias películas western y rebeliones punks por traernos tan bella imagen. Pero la anarquía no se reduce a tal simpleza, en sus inicios la anarquía se sirvió del enfrentamiento cara a cara con la ley y de las pintas en las paredes para hacer manifiesta su presencia, pero el movimiento requiere evidentemente de una adaptación. Tomás Ibáñez (creador intelectual de la A en un círculo) lo deja claro en un pequeño ensayo que se titula “Esas cosas no se dicen…” la coerción a nivel del lenguaje es más brutal que los macanazos en la cara y la ejecutamos todos los días cuando le decimos a un niño que no diga groserías o que no le conteste a “sus mayores”.

La idea era simple, se trataba de encontrar un signo distintivo, un logotipo si se quiere, que todos los grupos anarquistas pudieran utilizar  en sus manifestaciones propagandísticas, de manera que, sin alterar la identidad y la especificidad de cada grupo, constara una referencia común, susceptible de multiplicar, aunque sólo fuera por simple repetición de un mismo estímulo visial, el impacto de la propaganda anarquista. Las exigencias eran que ese símbolo común fuese sencillo y rápido de pintar en las paredes, y que no estuviese asociado con ninguna organización o grupo en concreto.

Tomás Ibáñez. “Nacida en París y potenciada en Milán, miles de manos la crearon en las calles del mundo…”. Actualidad del anarquismo. Buenos Aires: Libros de Anarres. 2007. p. 21.

Un buen anarquista no se dedica a regañar a los otros anarquistas y a decir que son idiotas. Piensa en nuevas formas de liberarse a sí mismo para convertirse en una bomba potencial que derrumbe viejos sistemas de dominación como la tarea, los exámenes, el uso de autos (y ahora también de bicicletas), el consumo indiscriminado de cervezas, la incuestionable edad avanzada o los colores de la ropa que usa. En definitiva con estrategias más eficientes que los viejos panfletos de largos enunciados con ilegibles letras o las pancartas asoleadas que se pasean en todas las protestas.

Y a pesar del largo tiempo que lleva ofreciéndose, la anarquía sigue teniendo un cuerpo deseable. Ojala un día la saquemos del oficio.

Para leer más sobre Ibáñez y algunos de sus ensayos citados dejo aquí el libro Actualidad del anarquismo.

Autoría de imágenes:  1,  4.

Acerca de Psiconauta

Lector de los días, poeta de clóset y amante de la ciudad. @lo_psicosocial

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